En el ámbito de la podología geriátrica, el podólogo ejerce una triple función buscando tres objetivos principales en la atención a los pacientes mayores:
Prevención en la aparición de posibles nuevas patologías y/o complicaciones en las ya existentes.
Tratamiento, que en la mayor parte de los casos será paliativo y orientado a la eliminación de síntomas que preocupan al paciente con el fin de asegurar el bienestar de nuestros mayores conservando su autonomía.
El pie de riesgo merece un tratamiento exhaustivo y constante por parte del podólogo y del paciente, mediante una educación podológica correcta fomentada tanto en clínica como en el domicilio.